Viaje al Chaco
Podría empezar esta nota diciendo que estaban un americano, un peruano, un uruguayo y una paraguaya en una camioneta camino al Chaco y más de uno pensaría que es el comienzo de un chiste racista. Pero la verdad es que en serio, hace unos contados días, estábamos un americano, un peruano, un uruguayo y esta paraguaya que les escribe rumbo a Puerto Casado.
Por motivos de trabajo tuve que despedirme de la ciudad y mis seres queridos, juntar un montón de provisiones consistentes más que nada en mucha dopamina en forma de dulces y comida chatarra, ropa y demás para partir por tres días a explorar el Chaco paraguayo.
Siéndoles completamente sincera, no tenía ganas de ir. La responsabilidad laboral fue la que actuó como inercia para mover este cuerpo hasta la camioneta a las 5 de la mañana. Una vez que nos pusimos en marcha puse mi mejor cara mañanera –una muy parecida a la de Grumpy Cat- y disfruté el camino.
On the road
Tengo que decir que ir por tierra fue relajante hasta cierto punto. Los primeros kilómetros se disfrutaban al máximo porque eran tramos largos de asfalto razonablemente en buen estado. Mucho después antes de llegar a Loma Plata ya se puso fea la cosa y ni les cuento cómo se puso después. Loma Plata fue algo así como el cielo en medio de esos dos infiernos terrenales. Marte se quedaba corto con sus cráteres.
En lo que respecta al paisaje creo que sobra decir que gran parte de lo que veía por la ventana eran: pastos, arboles, vacas, pájaros, pastos, arboles, vacas, zorritos muertos en el camino, pájaros, repeat. Pero toda esa monotonía visual no fue mucho problema porque adentro íbamos bailando y cantando con música onda viernes a punto de salir de la oficina y de tanto en tanto estaba permitido dormir un poco.
Hicimos varias paradas también para estirar un poco las piernas, comer algo y seguir. Una vez que llegamos a Loma Plata volvimos a sentir lo que era un camino NORMAL y vimos gente. Descansamos algo pero todavía nos faltaba el tramo final. Una vez que empezamos ese trayecto mis niveles de adrenalina saltaron como la camioneta durante todo el camino. Agradezco haber estado de copiloto y no en el asiento trasero porque como me comentó el piloto: “son los asientos de adelante los que mejor amortiguan los saltos”.
La llegada
Finalmente, luego de 12 horas de viaje aproximadamente, llegamos a Puerto Casado. Nuestra primera parada fue en una despensa para comprar cosas que no íbamos a encontrar en la casa donde nos íbamos a hospedar. Ahí pude mimar un gato. Fíjese, señora, señor, el dato importante.
Durante mi estadía en Alto Paraguay conocí mucha gente porque parte de mi trabajo consistía en realizar entrevistas a los pobladores de la zona. Conocí una de las comunidades indígenas y a su líder, toda una súper mujer. También pude visitar la única fábrica de la zona, los colegios, la iglesia, el puerto, las plazas y personas extremadamente agradables. No saben todos los abrazos que me dieron y que di. Ese cariño y el poder sentarme a hablar y conocer a esas personas hicieron que gran parte de mis ganas de volver se calmen un rato.
También me hizo sentir muy bien conocer la piscicultura y la huerta orgánica, mis lugares favoritos en Puerto Casado. La tranquilidad que sentía cerca de las piscinas y entre las cosechas era increíble. Aparte en la piscicultura había una gatita gorda y hermosa de tanto comer restos de pescados que me dejaba mimarle por horas. Tuve ganas de trabajar ahí pero con muchos más gatos obvio. Pescar o simplemente estar sentada a la orilla viendo cómo se movía de repente el agua por los peces siempre me gustó mucho.
En un día completé mis encuestas y recorrí prácticamente toda la comunidad. Al volver a la casa admito que lo único que quería hacer era bañarme y tirarme a la cama. Ahí fue cuando me di cuenta de cuanto extrañaba la ciudad, mi cama, el wifi, el cable, poder hablar sin que se corte la comunicación y ese sentirme en casa que solo siento cuando estoy en Asunción.
Les dije eso a mis amigos y a mamá y me dijeron lo evidente, soy una chica de ciudad. Si bien conocí gente muy linda y amable y hasta me divertí conociendo a un bombero y a un militar durante la última noche que pasé allá, quería volver a casa.
La última mañana en Puerto Casado participé de su expo. La primera que realizaron en la zona. Volví a entrevistar a unas cuantas personas y el resto de mi tiempo libre me pasé hablando con mis amigos nuevos. Antes de volver compramos algo para almorzar en el camino y fuimos a buscar nuestras cosas a la casa. Lo que pasó después va a quedar para la historia: volví a Asunción en una avioneta militar, volé.
Ese vuelo fue toda una nueva experiencia para mi. No sabía qué esperar, tenía miedo pero también sabía que no quedaba de otra. Era la única manera de volver. Bueno, era eso o volver en auto tres días después y la verdad que con esas primeras doce horas de ida me bastó para preferir el volver volando.
El vuelo fue raro, era como viajar en un ómnibus pero en el cielo (¿?) No sentí mucha turbulencia, solo cuando subíamos más alto y cuando íbamos a aterrizar. Sabía que estábamos cada vez más alto porque en cierto momento solo veía nubes. Al aterrizar me atajaba del asiento y aunque sentía un poco de nervios también me sentía bien por no morir. En total hicimos dos paradas, una en Vallemí y otra en Concepción y fueron tres horas de vuelo hasta llegar a Luque.
Home, sweet home
Llegar a casa se sintió bien. Solo tenía ganas de descansar, abrazar familiares, mimar a mis bebes y no hablar pero ni un poquito sobre el viaje. Por alguna razón me sentía cansada, estresada y “pesada”. No fue hasta un día después que recién me sentí liviana de nuevo pero no del todo bien porque me engripé. Bad luck, Sarah. I know.
Me cuestioné muchas veces si escribir o no sobre este viaje. En notas anteriores mis amigos escribieron sobre sus experiencias en tierras de primer mundo y esto en comparación fue muy diferente.
Finalmente me decidí a escribir para rescatar lo importante, que este viaje me sirvió más que nada para darme cuenta de que muchos de los problemas que tenemos acá no son nada comparado con los que tienen las personas allá.
No sé si pueda dar muchas recomendaciones porque creo que el único consejo que se le puede dar a alguien que va a ir a Alto Paraguay es que tiene que estar consciente de que ir al Chaco es olvidarse del tráfico pero llenarse de tierra y polvo. Es acostumbrarse a un ritmo totalmente diferente y a ver burros y cabras en cada esquina y escuchar miles de sonidos a la noche antes de dormir.
Qué increíble experiencia. Se puede decir que el chaco es una experiencia perteneciente a un universo paralelo, donde el tiempo avanzó pero el mundo creció en una dirección completamente alejada de lo que hoy es esta otra mitad de nuestra tierra. Muy loco todo. Podría añadir que la vista al cielo nocturno chaqueño no tiene comparación. Genial tu nota, sentí mucho.
Me diste en serio ganas de volar ? Y no me trajiste la cabra que te pedí, me dijiste que podía quedarme con una. Volviendo al tema :P Muy lindo todo, es bueno conocer esos lugares, yo también quiero ir ? Pero bien preparado! Muy lindo como escribís :)
Besos
Lo más resaltante… “en la piscicultura había una gatita gorda y hermosa de tanto comer restos de pescados que me dejaba mimarle por horas”
:P