Tomie: Junji Ito experimenta con lo desconocido
Comenzábamos a mirar la obra de Junji Ito, uno de los más interesantes autores de manga de la actualidad, repasando el que probablemente es su trabajo más famoso, Uzumaki.
Pero ahora vamos a mirar a sus inicios, con una de las colecciones de obras que presentan a uno de sus pocos personajes recurrentes – Ito es, después de todo, un autor más especializado en antologías – y que muestra claramente no solo cómo su arte fue evolucionando con el tiempo, sino también cómo fue encontrando el tipo de horror indescifrable que luego se haría su característica más clara.
Los cuentos de la colección Tomie giran en torno a una joven chica así llamada, una joven de inusual belleza que por alguna razón misteriosa y sobrenatural lleva a los hombres a la locura y parece sencillamente incapaz de morir.
En el primer relato, los alumnos de un colegio llevan a cabo el funeral de Tomie, quien fue hallada despedazada. Sin embargo, al día siguiente del funeral la chica aparece, como si nada, en el salón de clases. Luego se revela la verdad de las circunstancias en que Tomie fue asesinada, y la historia culmina como una historia de terror bastante tradicional, el clásico cuento de venganza espectral en que una joven japonesa de pelo negro acecha a los vivos en revancha por el sufrimiento que ella misma sintió.
En esos primeros trabajos, el arte de Ito también está claramente en su etapa de desarrollo, presentando un aspecto notablemente minimalista que contrasta enormemente con el nivel de detalle al que llega en trabajos posteriores como el ya mencionado Uzumaki. Esos paneles de sus inicios, que en configuración y detalle tienen más en común con tiras cómicas que uno encontraría en The New Yorker que con las demenciales imágenes de cosas como Uzumaki o Gyo de a poco van transformándose a medida que Ito va estableciendo su estilo.
Pero ese estilo no solo evoluciona en lo estético a medida que las historias de Tomie continúan. También lo hace la naturaleza del horror. Ito no tarda mucho en dotar a Tomie de una cualidad clásica de las entidades malignas lovecraftianas: la capacidad de influenciar de forma intangible a las personas a su alrededor, retorciéndolas y corrompiéndolas hacia su voluntad y sus intereses, o simplemente a pesar de su indiferencia.
Tomie de ninguna forma es lo mejor que tiene Ito en su trayectoria, pero es fascinante ver cómo el artista va encontrando su voz, su predilección por el horror desconocido e indescifrable y el terror físico inolvidable.
En las páginas de Tomie Ito deja claro por dónde va la cosa con él: el terror más efectivo es, después de todo, el que no se entiende, porque si no lo entendemos, no podemos combatirlo, sino que estamos a su merced.
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