Making a Murderer: ¿mala suerte, karma o justicia?
Esta es una serie que llama a la reflexión, que evoca al detective privado que muchos llevamos dentro y que por sobre todo nos demuestra que en el mundo siempre hay alguien teniendo mucho más que un mal día.
Steven Avery, el personaje principal de esta propuesta de Netflix que deja a muchos con ganas de romper todo al terminar la serie, es mucho más que un simple personaje, es una persona real que más que un mal día, tiene toda una vida de mala suerte tras las rejas.
Este hombre ve su vida en figuritas a los 23 años cuando es enviado a la cárcel bajo el cargo de asalto sexual e intento de homicidio. Pasa no uno, ni dos, ni cinco años en prisión sino 18, hasta que un buen día es liberado gracias a que una prueba de ADN confirma su inocencia.
Pero todo eso que podría considerarse como algo mucho más grave que un simple “error” por parte del sistema judicial de los EEUU, y 18 años de mala suerte para este hombre proveniente del Condado de Manitowoc, en Wisconsin, se convierte en algo mucho peor.
Murphy hace de las suyas y su “si algo puede salir mal, saldrá mal”, se aplica sin dar vueltas y es eso precisamente lo que hace de esta serie documental un deleite.
Lo único que podría decirse que le juega en contra a esta propuesta son los diez capítulos de una hora y pico cada uno. Para muchos bien podrían haber hecho un documental de hasta dos horas, en vez de extender la historia unas 10 horas.
Si es cierto que por ser un documental deben detallar los procesos, la investigación misma, el juicio y su backstage, los realizadores mismos prueban en ese primer capítulo que son capaces de resumir no solo los 18 años tras las rejas de Steven Avery, sino también parte del proceso, las situaciones que lo pusieron ahí, y hasta parte de su vida antes de que lo declararán culpable.
Ese primer resumen en el primer capítulo es a mi parecer la manera en la que debían presentar el caso Avery completo: un backstage, el proceso y desenlace.
Lastimosamente esta serie documental se hace muy extensa, muchos la dejan de ver a los contados capítulos, y no hay curiosidad alguna que traigan de vuelta a los que perdieron a las pocas horas. Por otra parte, se podría decir que estamos los que llevados por la pasión hacia la investigación y por ver ese “¿qué es lo que tanto tienen para decir?”, y la incertidumbre, terminamos la serie completa, entre alguna que otra queja, pero la terminamos al fin y al cabo.
Pero más allá de fijarnos en los detalles técnicos y en si este debía o no ser un documental y no una serie tan extensa, no se puede obviar la fascinación por lo que persiste por sobre todas las cosas: la historia de un hombre cuya vida se encuentra en manos de un sistema judicial que minuto a minuto se pone en duda frente al espectador y que lo deja recapacitando una y otra vez sobre la justicia y la falsa justicia.
Y detrás de la vida de este hombre, también se encuentran y se muestran en la pantalla, las vidas de toda su familia. Cada uno de los miembros de su familia no dejó de acompañarlo desde el día uno, con papeles a cuestas, yendo a cada una de las sesiones, llorándolo y esperando siempre lo mejor, lo que más rompe el corazón es ver el amor incondicional de los que le dieron la vida.
Mala suerte, mal karma por sus roces con la justicia cuando era joven e inconsciente, sea lo uno o lo otro, a Steven Avery le sobra tiempo para responder qué es lo que hizo para merecer una vida tan dura como la que le tocó vivir desde 1985.
Últimos comentarios