Dejando a un lado la ficción
Haruki Murakami hacía a un lado sus historias surrealistas en el 2007 para publicar su primer libro de no ficción en el que contaba a sus lectores de qué hablaba cuando hablaba de correr. Así también lo hacía en su momento Stephen King, cuando decidió tomarse un tiempo para redactar unas 200 y pico de páginas sobre eso que tanto le gusta y le sale tan bien hacer, y publicar en el 2000 su libro Mientras escribo.
Ambos escritores consiguieron de esta manera que quienes gustamos de sus novelas los conociéramos mucho más allá de su ficción y estrecháramos esos lazos imaginarios que se forman entre los lectores y sus novelistas favoritos.
Al menos en lo personal, ya amaba a Murakami por varios detalles repetitivos en sus historias, como la presencia casi infaltable de gatos, el misterio, el surrealismo, la manera encantadora en la que describía cómo sus personajes cocinaban, mostrando de manera mínimamente perceptible lo mucho que lo disfruta, entre otras cosas. Pero conocerlo en ese otro libro es conocer a este escritor desde sus gustos y sentimientos más puros y cercanos, por ser este uno que detalla una realidad, la suya, y no un acontecimiento fantástico de un personaje inventado.
Siendo sincera costó leerlo como de costumbre pero no fue para nada un desperdicio por todo lo citado anteriormente. Si bien parece tan lejano y hasta un deseo imposible el poder conocer a mis escritores favoritos, leer De qué hablo cuando hablo de correr y Mientras escribo fue como sentarme cerca de ellos y dejar que me hablen; escucharlos sin interrupción alguna para preguntas. Dejar que me cuenten lo que me querían contar.
A Stephen King, por otra parte, lo leí como siempre, con placer hasta la última página. Este hombre tiene un sentido del humor y una forma de escribir que, me atrevería a decir, se encuentra entre lo culto y lo cotidiano, lo que hace que así como lo admiro lo pueda sentir como uno más del montón. Sin ofender, Sr. King (¿?)
“El camino al infierno está pavimentado con adverbios”
En este libro (como en el de Murakami) estos escritores nos hablan de sus pasiones y siendo el correr y el escribir, para cada uno respectivamente, dos actividades de las cuales no solo disfrutan sino conocen muy bien por la experiencia y frecuencia con la que las realizan, también nos enseñan cómo hacerlo bien si quisiésemos hacerlo.
Murakami, por ejemplo, nos dice que “es muchísimo mejor vivir diez años de vida con intensidad y perseverando en un firme objetivo, que vivir esos diez años de un modo vacuo y disperso”. Dice también que él piensa que correr lo ayuda a conseguir esto.
“Ir consumiéndose a uno mismo, con cierta eficiencia y dentro de las limitaciones que nos han sido impuestas a cada uno, es la esencia del correr y, al mismo tiempo, una metáfora del vivir (y para mí, también del escribir). Probablemente muchos corredores compartan esta opinión”.
Stephen King confiesa en su libro que el momento más temible de todos es justo ese que pasa antes de siquiera empezar a escribir. También que “los amateurs se sientan y esperan a que llegue la inspiración”, mientras el resto de los escritores, como él, se levantan y se ponen a trabajar. Pero una de las tantas recomendaciones que tanto me gustaron y figuran en Mientras escribo es aquella que dice que escribas con la puerta cerrada pero que reescribas con la puerta abierta.
Cuando escribo
Creo que así como ellos, todos tenemos ese algo que nos llena y a la vez nos distancia de esta realidad y nos permite mantenernos absortos de todo cuanto nos molesta o nos perturba. Particularmente no soy ninguna Murakami o King, pero disfruto escribir como ambos.
Por autocritica personal sé que falta mucho para perfeccionarme pero sé también que quiero ser siempre mejor y que lo hago al leer y escribir. Por eso de tanto en tanto es que me encuentran explayándome por acá y los que me conocen más allá del blog saben que, si no estoy escribiendo en este sitio, lo hago en la comodidad e intimidad de mi hogar cuando completo mi diario.
Siempre que me preguntaron por qué tengo uno desde hace más de diez años o por qué tengo un blog hace seis, respondí lo mismo: me gusta compartir lo que me gusta y lo que sé con los demás. Con lo que respecta a mi diario, me gusta saber que lo tengo todo “guardado” y que no se va a perder. Creo que todos los que escribimos lo hacemos para conservar nuestras ideas en algo que perdure mucho más allá de nuestra memoria.
Por eso escribir para mi es algo que no puede “morir” o “apagarse” o algo que simplemente pueda dejar de hacer. A lo sumo es algo que quiero que siga “creciendo”. Cuando escribo siento que pasa eso. Algo muy mío va desarrollándose cada vez más y mientras lo hago siento que todo está como tiene que estar y me siento bien. Así de seguro es como alguien se da cuenta de que encontró ese algo que le apasiona.
No saben lo feliz y realizada que me hace saber que encontré lo que me apasiona a mi.
“Que escribas con la puerta cerrada pero que reescribas con la puerta abierta”. Qué buen consejo :)