Cormoran Strike, el detective de J.K. Rowling
El nombre de J.K. Rowling para siempre va a estar ligado a cierto joven mago del que capaz hayan o no oído hablar. Y evidentemente la propia Rowling tuvo eso muy en cuenta cuando decidió, luego de su (hasta ahora) única novela separada de Harry Potter que lanzaría una novela sobre un detective, porque lo hizo bajo un seudónimo.
Así fue que el inexistente autor Robert Galbraith lanzó “El Canto del Cuco”, en el que la británica Rowling se anima a hacer una versión propia de un tipo de personaje eminentemente americano: el rudo y duro detective privado.
La ficción de detectives tuvo sus primeros pasos más importantes de la mano de autores del Reino Unido, con personajes como el Sherlock Holmes de Arthur Conan Doyle y las creaciones de otros escritores como Agatha Christie, pero el arquetipo era el de genios deductivos de la clase alta victoriana, resolviendo casos que habitualmente involucraban a gente de ese mismo estatus social; para ellos era la justicia como hobby.
Sin embargo, el Cormoran Strike de Galbraith/Rowling tiene mucho más que ver con el detective hard boiled americano, el que se mueve con facilidad entre las clases altas y bajas, para el que su ocupación es su negocio y vive endeudado, para el que la etiqueta es algo secundario y para quien la justicia es un deber más que una distracción, y cuyos casos se resuelven con músculo, cerebro y suerte.
En su primera novela encontramos a Cormoran, un veterano de la guerra en Afganistán que perdió una pierna en ese conflicto, en su punto más bajo, a punto de perder su alojamiento y con una relación sentimental dolorosamente culminada, cuando por un error una agencia de empleos temporales le envía una secretaria provisional, Robin. Eso es en la misma mañana en que cae en manos de Cormoran un caso enorme: un joven pero adinerado abogado le pide investigar la muerte de su hermana adoptiva, una famosa modelo llamada Lula Landry. La versión oficial es que la mujer cometió suicidio lanzándose desde el balcón de su apartamento, pero el hermano está seguro de que fue un asesinato.
A pesar del nombre cambiado, el estilo expresivo y detallado de Rowling brilla en las páginas de “El Canto del Cuco” y sus dos igualmente entretenidas secuelas: “El Gusano de Seda”, donde Cormoran y Robin buscan resolver la misteriosa desaparición de un excéntrico novelista de poca monta; y “El Oficio del Mal”, en que un asesino serial amenaza directamente a Cormoran, llevándolo a sospechar que se trata de alguien de su pasado.
Los sospechosos, enemigos y aliados de Cormoran a lo largo de sus tres aventuras son memorables y divertidos en forma similar al amplio elenco secundario de Harry Potter, y Cormoran es interesante en la forma en que Rowling combina en él la dureza e intimidación de un gigantesco excombatiente con la fragilidad emocional de alguien que ha crecido con padres ausentes y circunstancias complicadas, eso sin mencionar la obvia desventaja física de alguien sin una extremidad.
La autora mantiene las historias relativamente breves y moviéndose a un ritmo rápido, centrándose en darle tanto protagonismo a Cormoran y a Robin – que tiene que balancear su deseo de trabajar en un empleo para ella soñado pero económicamente poco satisfactorio con la desaprobación de su prometido y cierta tensión sexual con su peculiar jefe – con la misma cantidad de atención prestada a la investigación, con Cormoran saltando entre personajes pintorescos y locaciones curiosas por lo alto y lo bajo del Reino Unido.
¿Por qué darle una oportunidad?
Con la confirmación de que tenemos una serie televisiva sobre Cormoran Strike en camino de la mano de la BBC, este es el momento para ponerse al día con una historia de detectives como las de antes, con todo el entretenimiento con que J.K. Rowling nos había enganchado antes
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